lunes, 6 de febrero de 2017

Estética del melodrama, por Martín-Barbero

En su libro de 1987, De los medios a las mediaciones, el filósofo, antropólogo y semiólogo colombiano de origen español, Jesús Martín-Barbero, aborda el tema de la comunicación y la cultura desde el punto de vista de la hegemonía mediática y la crítica marxista, pero cuestionando estos postulados y proponiendo una visión propia fundamentada en la realidad latinoamericana. Uno de sus planteamientos consiste en que debemos pasar de la idea de los medios masivos como rectores de la cultura, a las mediaciones sociales como generadoras de comunicación horizontal, entendiendo esas mediaciones como articulaciones entre prácticas comunicacionales y movimientos de identidad social. 

Uno de sus argumentos -entre los varios que aborda en el libro- está basado en cómo ciertas expresiones populares han representado a lo largo del tiempo, una muestra de la necesaria integración del pueblo con el hecho cultural, más allá de las críticas provenientes de las ideas de alienación e industrialización de la cultura. Una de esas manifestaciones es el melodrama, que ha estado presente durante siglos y se ha presentado en diversas formas, a través de medios masivos que han evolucionado durante los últimos 200 años. Este melodrama se entiende, según Martín-Barbero, como una forma de reconversión del teatro, en la que se pone énfasis en los rasgos que refuerzan las características básicas de los personajes, así como en las tramas previsibles, lo que produce una clara codificación de los contenidos, un anclaje del sentido en forma y reiteración, que contribuye a una complicidad de clase y de cultura con el público que ve las representaciones. Es decir que sobresalen los gestos o rasgos que representan la moral de cada personaje, logrando que el espectador sienta su identificación (o reconocimiento del rol) con cada uno de ellos; por ejemplo, se sabe que la heroína es una dama bella y buena, no así el personaje del traidor o del villano.

Esto genera una estética propia de representación, que del teatro va a pasar al folletín, a la radio, al cine y a la televisión. Se establecen cuatro estereotipos, el del héroe, el de la víctima, el del malvado y el del bobo, que variando en sus condiciones van a ser usualmente el centro de las tramas, que normalmente tienen que ver con la reivindicación, la justicia, la venganza y la convalidación de lo que se asume como valores clásicos sociales y culturales, que reflejan las realidades de esos públicos perceptores, que los viven hoy a través de los medios de comunicación.

En el melodrama, las expresiones son enfatizadas a través de las actuaciones exageradas, acompañadas por la música y el gesto, resaltando así, la parte visual y llevando al público a una decodificación de las figuras y las emociones. Esto se asumió como riesgo para lograr la fusión con el perceptor. Dice Martín-Barbero: "Pero solo arriesgando se podía descubrir la conexión cultural entre la estética melodramática y los dispositivos de supervivencia y de revancha de la matriz que irriga las culturas populares. Una estética melodramática que se atreve a violar la repartición racionalista entre temáticas serias y las que carecen de valor, a tratar hechos políticos como hechos dramáticos y a romper con la 'objetividad' observando las situaciones de ese otro lado que interpreta la subjetividad de los lectores". Entender la estética del melodrama mediatizado nos ayuda a comprender ciertas circunstancias de nuestra propia realidad. 


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