lunes, 13 de marzo de 2017

La semiótica y los lenguajes no lingüísticos

La semiótica (y la semiología, que usualmente se entienden como sinónimas, aunque hoy en día puede decirse que hay sutiles diferencias), es una disciplina (o ciencia) que estudia los signos, su codificación, estructuración, uso y sistematización, y se aplica a cualquier actividad que implique simbolización o construcción de lenguajes. Por esto se ha hablado de semiótica de la imagen, del cine, de la arquitectura y de cualquier otro lenguaje que se base en signos y trasmita información. Son, de alguna manera, formas de comunicación, y la semiótica las analiza en su fundamentación.

Lo complicado, en aquellos sistemas no lingüísticos, es establecer dos componentes que se identifican claramente en la lenguas escritas y habladas: el signo y su doble articulación, y la sintaxis. En el caso de los lenguajes de programación, los matemáticos, y los científicos en general, no hay comparación gramatical pero sí de composición y significación. Aquí los significados son inequívocos y la estructura bien definida. En el caso de la música (que también se considera un lenguaje), igualmente hay una doble articulación: el signo musical escrito y el interpretado. Los lenguajes de extrapolación (como el de señas de sordomudos o el Morse) tienen simplemente un equivalente con sus lenguas matrices en una etapa de supercomposición. En cambio en la arquitectura, el cine y la imagen en general, establecer los elementos semióticos es bastante más complicado.

Dado que un lenguaje es un sistema estructurado de signos (y esto es válido para todo tipo de lenguaje), es clave definir esos tres componentes: el sistema, la estructura y el signo. En los lenguajes no verbales este punto es complejo. En estos casos se complica la manera de establecer esos conceptos. Sobre este asunto hay bastante teoría, porque es un tema que lleva ya más de 50 años discutiéndose, pero aún parece que no hay del todo un consenso en lo que respecta a la forma de construir estos mensajes y sus significados. Un ejemplo es, justamente, el de la arquitectura. En la próxima publicación veremos cómo se puede estudiar este caso desde la semiótica.  
   

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